Cataluña: Del boicot comercial a la OPA hostil

La economía global responderá en Cataluña a la fuerza separatista generada desde un sistema educativo que usa la mentira para estimular el egoísmo y el odio.

Durante estos días ha habido un traslado masivo de grandes empresas desde Cataluña a otros lugares de España. Las empresas quieren estabilidad y con ello evitan problemas legales, comerciales y de financiación, incluso también posibles problemas arancelarios. El boicot comercial les reduce facturación y beneficios, pero ese no es el único boicot. Vivimos en un mundo globalizado en el que las empresas además de vender hacia cualquier lugar, también se financian desde cualquier parte del mundo. El otro boicot, del que menos se habla, es el de los accionistas. Las acciones de una empresa pueden verse seriamente debilitadas por la venta de las participaciones de sus accionistas. Ambos boicots, comercial y de financiación, repercuten seriamente en el precio de la acción, y con ello se abren las puertas a las opas hostiles, ya que las empresas se ponen atractivas de precio para su adquisición externa, aparte del interés que pudiera haber para tomar control de una sociedad, que no siempre es por motivo económico. 

Idiomas y Educación.

La OPA hostil se presenta cuando las acciones del núcleo duro de una sociedad corresponden a una minoría, aspecto que suele ocurrir en las grandes empresas. Se trata del caso en que hay mayoría de acciones en manos de los pequeños accionistas, o de los grupos inversores externos al núcleo duro. En ese momento una entidad externa puede ofrecer a los accionistas (los que no son del núcleo duro) una oferta de compra a precio superior a la cotización para hacerse con más del 50 % de las acciones y con ello tomar control de esa sociedad. Esto podría suponer cambios importantes en el mapa de las decisiones empresariales, que ya no serían gobernadas desde Cataluña sino de cualquier otro lugar. En el caso de los bancos, el riesgo de la guerra económica es mucho mayor, ya que aparte de todo lo mencionado también acecha el corralito, fenómeno que genera parálisis en la liquidez de consecuencias imprevisibles, que puede arruinar por completo a una región.

Precisamente hoy mismo, el economista estadounidense Richard Thaler ha sido galardonado con el Premio Nobel de Economía por sus aportaciones a la economía del comportamiento, donde dice que la gente no toma las decisiones solo mirando a los beneficioso que les generan. Quiere decir que todos estamos preparados para privarnos de un beneficio material con tal de mantener lo que percibimos como una distribución justa. Es decir, que somos capaces de soportar un coste personal si así se castiga a los que violan las reglas básicas.

Este efecto en la economía global puede acarrear consecuencias imprevisibles a Cataluña. En la asociación Idiomas y Educación pensamos que el boicot comercial y también el accionarial tiene su origen en el desprecio hacia los españoles y hacia todo lo español, un buen ejemplo de ello es la manipulación, el trato y la humillación a policías y guardias civiles del domingo 1-O, pero lo importante es que este comportamiento procede del egoismo, el odio y la mentira que ha impregnado a los estudiantes del sistema educativo catalán durante décadas. Ese efecto ya ha llegado a otras comunidades, como la Comunidad Valenciana, cuyo gobierno ya no sabe si usar el decreto, el decreto ley, o la ley para imponer y manipular a imagen y semejanza de Cataluña.

Si aplicamos a Cataluña los estudios del hoy galardonado con el Premio nobel de Economía, Richard Thaler, la respuesta podría generar un boicot no solo a nivel nacional sino también internacional, no solo comercial sino también accionarial. Que las empresas cambien su domicilio social será cosa minúscula, aunque con ello ya se asegura la recaudación de impuestos en nuestro país, pero el problema puede ser mucho mayor al abrirse puertas a la práctica de opas hostiles, que empezaremos a ver en breve y que podría cambiar el mapa de las decisiones empresariales.

España y Cataluña tienen lazos culturales, históricos, económicos, sociales, personales… El presidente de la Cámara de Comercio de España, y de la empresa Freixenet, José Luis Bonet, lo expresaba así el pasado sábado en el Informe Semanal de TVE1. Decía también que esos lazos, son tan estrechos, que en realidad somos los mismos. Así lo pensamos también desde Idiomas y Educación y así lo piensa también el resto de España. Por ello ayer, día 8 de octubre, en la manifestación de Barcelona Josep Borrell pidió que renunciemos al boicot. También lo ha pedido hoy el vizcaíno Antonio Garamendi, vicepresidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE). José Luis Bonet, de la Cámara de Comercio también sugiere el No al boicot. En  Idiomas y Educación también consideramos que es conveniente dejar de lado cualquier tipo de boicot y de desprecio a la actividad económica catalana, de gran riesgo según Richard Thaler, pero…

¿Y los catalanes? ¿Estarán dispuestos a ceder en que su sistema educativo deje de fabricar separatistas desde el egoísmo, el odio y la mentira? Hay que tener en cuenta que cada año unos 100.000 jóvenes cumplen la mayoría de edad, llegando a ella desde un sistema educativo que alecciona y adoctrina. Esto equivale a un 2 % anual de la población con derecho a voto,  o también a 270 jóvenes cada día, o uno cada cinco minutos.

Si mañana Puigdemont decide la Declaración Unilateral de Independencia, la economía global podría castigar a Cataluña sin clemencia. Pero si mañana Puigdemon se arrepiente, se echa atrás… todos sabemos que en este juego hay más cosas que necesitan reajustes. No solo hay que arreglar el boicot, que piden Piqué o Garamendi, hay que cambiar también el desprecio y el odio inoculado desde la Educación catalana. De lo contrario, el efecto de la inevitable economía global, antes o después, podría arruinar definitivamente a Cataluña. 

Empecemos, por tanto, por cambiar el sistema educativo y dejar de orientarlo a la diferenciación y a la identidad. Olvidémonos del odio, del desprecio, de la mentira… Probablemente la única solución para ello sea centralizar la educación. Los padres, además, recuperaríamos así el derecho a que nuestros hijos estudien en su lengua materna y deberíamos aprovechar estos momentos para poner todas las cosas en su sitio. La economía global tiene sus reglas y se hace necesario construir desde los cimientos.

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