No entiendo este plurilingüismo
Como padre de dos niños en la escuela pública, ocupado como estamos todos los padres en darles la mejor educación a nuestros hijos, asisto con mucho interés a los debates y noticias en prensa sobre el decreto de plurilingüismo. No es mi intención, sin embargo, hablar del decreto en sí, sino sobre este nuevo término que se ha colado en nuestras vidas, tanto que nos resulta ya hasta familiar: el plurilingüismo.
Reconozco que siempre que escucho a un responsable de la Consellería, o un supuesto experto en educación, hablar de las bondades del plurilingüismo y de la necesidad de que nuestros hijos estudien más horas de valenciano, no puedo evitar preguntarme si estos señores tendrán razón en lo que dicen y mi falta de entendimiento se debe a que no soy experto en educación, y quizás a los muchos prejuicios que, como todos los seres humanos, tenemos sobre cualquier asunto que genera polémica y que trastoca nuestras creencias más arraigadas. Así que a menudo hago examen de conciencia y trato de dilucidar por qué no soy defensor del plurilingüismo, cuando es obvio que debería serlo por todas las supuestas ventajas asociadas que tiene.
El milagro del valenciano
Se nos dice que los niños que estudian más horas en valenciano llegan a dominar mejor el castellano que el resto, e incluso el inglés. Y yo me pregunto, ¿alguien tiene pruebas de tal afirmación o milagro, o es un “mantra” que recorre los despachos de algunos partidos políticos para confundir al personal? Porque pienso yo, si para dominar perfectamente una lengua no hace falta aumentar las horas lectivas de la misma, ¿por qué la Consellería tiene tanto interés en imponer, de manera casi exclusiva, el valenciano en el sistema educativo de nuestra Comunidad?
Respecto al aprendizaje del inglés, según este criterio todas las Comunidades con lengua propia tendrían que ser las que encabecen el nivel académico de inglés de sus alumnos. Entonces, ¿por qué comunidades como Madrid, La Rioja o Castilla León se obstinan en aparecer siempre entre las primeras en los rankings de nivel de inglés?
Se nos dice también que les hacemos un flaco favor a nuestros hijos si evitamos que profundicen en el conocimiento del valenciano, porque el conocimiento de las lenguas es una riqueza cultural que les ayudará a crecer como personas, y social en cuanto a que les posibilitará comunicarse con otros ciudadanos en situaciones fuera de su contexto habitual. Pero pienso en mi vida diaria y no veo que mi mejorable conocimiento del valenciano me haya provocado limitaciones profesionales o de comunicación con el resto de ciudadanos de mi Comunidad, a pesar de que por motivos de trabajo visito con mucha frecuencia localidades completamente valencianohablantes. Si soy capaz de entenderlo perfectamente y mi interlocutor entiende perfectamente el castellano, ¿dónde está el problema?
En Alicante se habla y se piensa en castellano
Los actuales dirigentes de esta Comunidad deberían darse cuenta de que muchos padres de las poblaciones castellanohablantes, y Alicante lo es aunque una Ley de 1.983 diga lo contrario, no tenemos interés en que nuestros hijos aumenten exponencialmente las horas lectivas en valenciano, por la sencilla razón de que para esta mayoría de alicantinos el valenciano no es nuestra lengua materna, no lo ha sido ni lo será, no la utilizamos en el trabajo, ni cuando salimos con los amigos, ni cuando expresamos nuestros más íntimos sentimientos. Y entonces, ¿por qué no respetan esa realidad?
¿Por qué ese inusitado interés en que nuestros hijos sean perfectamente bilingües cuando muy probablemente no tengan la necesidad ni la motivación de utilizar el valenciano en su quehacer diario? ¿Acaso no es entendible que a los padres nos satisfaga que alcancen un nivel suficiente de valenciano, y ya lo consiguen con el número de horas actuales que le dedican, que les permita expresarse de manera correcta oralmente y por escrito, y si más adelante necesitan reforzarlo lo puedan hacer con un mínimo esfuerzo?
Los conflictos por llegar
Pero, por encima de todo, pienso que el imponer el uso indiscriminado del valenciano en las aulas va a tener serios riesgos, riesgos que me sorprende que personas que ocupan tan altos cargos dentro de una Consellería de Educación no hayan tenido en cuenta. O quizás sí los han tenido en cuenta, pero su ideología está por delante del interés general, me explico.
Introducir en etapas avanzadas de Primaria, ESO o Bachillerato, el valenciano como lengua vehicular casi exclusiva en la que deben aprender y examinarse nuestros hijos va a provocar unos conflictos enormes en las aulas. Van a confluir alumnos que conocen perfectamente el valenciano, porque es su lengua materna, otros que lo han estudiado con mucha profundidad desde infantil por venir de la línea en valenciano, alumnos que lo conocen bien pero tendrán problemas con vocabulario muy específico en asignaturas como Biología, Geografía…, y que no se pueden expresar por escrito con la misma facilidad que en su lengua materna, y por último, alumnos que no han estudiado en su vida el valenciano, bien por estar exentos de ello según la Normativa anterior, por ser inmigrantes o por venir desplazados de otras comunidades autónomas, ya sea por asuntos laborales de los padres o cualquier otra circunstancia.
Sinceramente, no envidio al profesorado que deba enfrentarse a este panorama. ¿Cuál creen ustedes que va a ser la consecuencia de este sistema? Pues es obvio, incluso para un padre ignorante en cuestiones educativas como yo, que el nivel del aprendizaje va a caer en picado. Los profesores no van a tener más remedio que reducir contenidos y rebajar el nivel de exigencia para que el conjunto de alumnos de la clase pueda seguir determinadas asignaturas. Conclusión: una educación pública devaluada y en flagrante regresión frente a la privada, ¿es eso lo que quieren señores gobernantes?
Segregación
La siguiente consecuencia es que se tenderá a agrupar a los “mejores” alumnos, los que dominan mejor el valenciano, que conformarán las clases con mejor rendimiento, mientras que aquellos alumnos con dificultad para expresarse en valenciano quedarán relegados de esta posibilidad. Esto se llama segregación, pero cuando suceda no escucharemos pronunciar este término, sino que se nos esgrimirá que los alumnos valencianoparlantes tienen mejor rendimiento que el resto.
¿Y qué pasará con aquellos niños con problemas de aprendizaje, los que tienen alguna dificultad en estudiar o asimilar contenidos en su propia lengua materna? ¿Acaso no es más importante ofrecerles la mejor educación posible en su lengua materna, sea esta el valenciano o el castellano, para que puedan conseguir el máximo provecho del sistema educativo?
La última edición del Informe Pisa en Cataluña muestra que los alumnos castellanohablantes rinden peor, repiten más cursos y se sienten menos integrados que los catalanohablantes, siendo su tasa de fracaso escolar aproximadamente el doble. ¿Acaso es este el modelo que queremos copiar?
Prioridades en el Siglo XXI.
En definitiva, después de mis muchas disquisitudes, he llegado a la conclusión de que, como padre y defensor de la escuela pública, mi máxima aspiración es que mis hijos dominen una o varias lenguas extranjeras, habilidad que les ayudará a encontrar, en un mundo terriblemente difícil en lo laboral, el trabajo o dedicación que más les satisfaga.
Y, ante todo, mi máxima prioridad es que aprendan lo máximo posible para que puedan enfrentarse al reto de estudiar en la Universidad, o Formación Profesional, con las máximas garantías de éxito posibles. Y si eso es más fácil y provechoso que lo hagan estudiando la mayoría de asignaturas en castellano, que así sea, y si en otros casos es en valenciano, también, porque para mí eso no es lo importante, lo importante es el aprendizaje, no la lengua a través de la que se consigue.
Señores de Consellería, ruego me disculpen, soy un analfabeto en este “plurilingüismo”.
Un padre del CEIP Mediterráneo de Alicante.